Peregrinando al III CONGRESO REINA DE LA PAZ CHILE Día 23

 



Peregrinando al

III CONGRESO 

REINA DE LA PAZ 

CHILE




Día 23



¡Oh Santo Espíritu! dignaos formarme con María y en María, según el modelo de vuestro amado Jesús. Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo Santificador. Amén





Mensaje, 25 de octubre de 1989


“¡Queridos hijos! Hoy también los invito a la oración. Yo siempre los estoy invitando, pero ustedes aún están muy lejos. Por eso, a partir de hoy, decídanse seriamente a dedicarle tiempo a Dios. Yo estoy con ustedes y deseo enseñarles a orar con el corazón. En la oración con el corazón ustedes encontrarán a Dios. Por eso, hijitos, oren, oren, oren! Gracias por haber respondido a mi llamado!”




El cristiano que quiere vivir siguiendo a Cristo, busca únicamente la gloria de Dios y no quiere para si otra gloria que la de hijo de Dios, hermano de Cristo y miembro de su Cuerpo místico.

Es siempre necesario guardarse cuidadosamente de la inclinación del orgullo que con frecuencia lleva al hombre a buscar algo de satisfacción, alabanza o gloria personal en las acciones más espirituales y santas. Si alguno mira, aunque sea en cosas pequeñas, a glorificarse a sí mismo, su gloria es nada: lo levantará delante de los hombres, pero lo abaja delante de Dios, lo disminuye y hasta puede poner en peligro su gloria de hijo de Dios.

La complacencia en la gloria humana y su búsqueda estorban y enceguecen en el camino del espíritu. A los fariseos soberbios y jactanciosos les decía Jesús: «¿Cómo podéis creer vosotros que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene de solo Dios?» (Jn 5, 44). Con más frecuencia de lo que se cree algunas crisis de fe tienen su raíz en el orgullo.

Sólo una profunda humildad unida a una gran rectitud de intención permite al hombre descubrir las insidias y enredos de la soberbia, dar de lado resueltamente a las pretensiones del yo, hacer callar las voces internas de la jactancia y vana complacencia de sí y obrar sin preocuparse de la aprobación ajena, sino buscando únicamente la gloria de Dios. Volviendo la mirada a la actitud interior de Jesús, invita S. Juan de la Cruz a renunciar a cualquier cosa que «no sea puramente para honra y gloria de Dios... por amor de Jesucristo, el cual en esta vida no tuvo otro gusto ni le quiso que hacer la voluntad de su Padre» (S I, 13, 4).





"Oh Jesús, te lanzas a tu misión: la de buscar la gloria del Padre. A eso tiendes. Lo dices tú mismo: «No busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado»...; «no busco mi gloria, sino la del que me ha enviado». Tanto la buscas que no te cuidas de la tuya. Siempre tienes en la boca estas palabras: «mi Padre...» Para ti todo se reduce a buscar la voluntad y la gloria del Padre.

Y ¡qué constancia en esta búsqueda! Tú mismo declaras que no te desvías nunca de ella: «Yo hago siempre lo que agrada al Padre»... El sentimiento primero y habitual de tu alma es éste: Yo vivo para mi Padre, amo a mi Padre. Y porque lo amas, te abandonas a todas las manifestaciones de su voluntad.

Agradar al Padre de los cielos para que sea glorificado, para que venga su reino, para que se haga su voluntad de modo permanente y total: ésta es, oh Jesús, la perfección que me enseñas. (C. MARMION, Consagración a la Santísima Trinidad, 13)).




Oremos con Padre Slavko Barbaric: 


 Señor "Danos la gracia de orar y de buscarte en la oración. Te presentamos a todos los que han perdido el sentido de la vida, que puedan decidirse por la oración, a fin de encontrar el sentido de la vida en Ti y sólo en Ti. Pedimos por todos los que están enfermos para que puedan descubrir el sentido de sus enfermedades y cruces. Dales, oh Señor, esta gracia. Te pedimos ahora que quienes estén llenos de dolor Te busquen y Te encuentren en el gozo. Que quienes vivan en el odio, Te busquen y Te encuentren en el amor. Que quienes estén en la 'muerte', Te busquen y Te encuentren como la vida. Que quienes han perdido la esperanza, Te busquen y Te encuentren en la esperanza. Que quienes estén heridos, Te busquen y Te encuentren para pedirte que sanes sus heridas. Que todos los que están en conflicto, Te busquen como el Dios de la Paz para reconciliarse a través Tuyo. Oh Señor, por intercesión de nuestra Madre María, danos Tu paz, danos la gracia de que podamos abrirnos para recibirte tal como Tú te nos das a Ti mismo. Te damos gracias por Tu amor y bendícenos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén".     (San Marino (Italia), Abril 28 de 1997)




NOS VEMOS EN EL CONGRESO...









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SANTO ROSARIO 



Lectio Gospa Chile



Lectura Mariana



COMENTARIO P. PATRICIO ROMERO



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