Peregrinando al III CONGRESO REINA DE LA PAZ CHILE Día 17
Peregrinando al
III CONGRESO
REINA DE LA PAZ
CHILE
Día 17
¡Oh Santo Espíritu! dignaos formarme con María y en María, según el modelo de vuestro amado Jesús. Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo Santificador. Amén
Mensaje, 3 de abril de 1986
“¡Queridos hijos! Los invito a vivir la Santa Misa. Muchos de ustedes han experimentado la alegría y la belleza de la Santa Misa y hay otros también que no vienen de buena gana. Yo los he escogido, queridos hijos, y Jesús les da Sus gracias en la Santa Misa. Por lo tanto, vivan conscientemente la Santa Misa y que cada venida los llene de alegría. Vengan con amor y acojan con amor la Santa Misa. Gracias por haber respondido a mi llamado!”
Así como la vida natural tiene su comida para crecimiento y sustento del cuerpo, así la vida de la gracia tiene su alimento divino: Jesús, pan vivo, «viático para el camino» (GS 38), que la alimenta y perfecciona hasta transfigurarla un día en la vida eterna. «Oh sagrado banquete —canta la Liturgia— en el que se recibe a Cristo, se renueva el memorial de su Pasión, el alma se colma de gracia, y se nos da una prenda de la gloria futura» (RR)
«Los fieles, sellados ya con el sagrado bautismo y la confirmación, se insertan plenamente en el Cuerpo de Cristo por la recepción de la Eucaristía» (PO 5). Igual que el bautismo y la confirmación tiene la Eucaristía una dimensión eclesial; es decir, al unir íntimamente con Cristo al fiel que se nutre de ella y que alimenta en ella la vida de la gracia, perfecciona y conduce al mismo tiempo a plenitud su inserción en el Cuerpo místico de Cristo. Son dos efectos contemporáneos e indivisibles: el uno llama necesariamente al otro.
Mientras el primero, directamente personal, se ordena a la santificación del Individuo y a su comunión íntima con Cristo, el segundo, derivado del anterior, se ordena a su comunión con la Iglesia y con los hermanos. La comunión con Cristo no puede dejar de ser comunión con los que son sus miembros. El Concilio Vaticano II precisa con toda claridad: «En la fracción del pan eucarístico, somos elevados a una comunión con El y entre nosotros.
"Porque el pan es uno, somos muchos un solo cuerpo, pues todos participemos de ese único pan" (1 Cr 10, 17). Así todos nosotros nos convertimos en miembros de ese cuerpo» (LG 7).
Oremos con Padre Slavko Barbaric:
"Dios, Padre nuestro todopoderoso, todos nosotros conscientemente Te damos gracias durante este mes porque eres nuestro Dios, porque eres nuestro Padre, por habernos enviado a Tu Hijo a salvarnos, por habernos enviado Tu Espíritu para santificarnos. Te damos gracias, oh Padre, por habernos revelado Tu santo nombre y por darnos la oportunidad de crecer en el amor, la fe, la esperanza, la bondad, la verdad y la paz y poder glorificarte de este modo. Te damos gracias por habernos permitido vivir en Tu gloria y en Tu presencia y, haciéndolo así, nos has dado Tu amor y Tu gozo. Gracias por habernos enviado a María que incansablemente nos visita día a día en Tu nombre y que ora por nosotros. Te damos gracias por habernos hecho más patente Tu presencia a través de su presencia entre nosotros. Te pedimos la gracia de llegar a ser y permanecer uno con Ella y Contigo, que nada nos separe de Ti." Amén. (Medjugorje, Mayo 29 de 1997)
Nos vemos en el Congreso...


