Peregrinando al III CONGRESO REINA DE LA PAZ CHILE Día 24


 


Peregrinando al 

III CONGRESO 

REINA DE LA PAZ 

CHILE


Día 24


 


¡Oh Santo Espíritu! dignaos formarme con María y en María, según el modelo de vuestro amado Jesús. Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo Santificador. Amén





Mensaje, 2 de octubre de 1986


“¡Queridos hijos! También hoy los invito a la oración. Ustedes, queridos hijos, no estarán en posibilidad de comprender cuán grande es el valor de la oración, hasta que no se digan a sí mismos: 'Ahora es tiempo de orar! En este momento nada más es importante para mí; en este momento no hay nadie más importante para mí sino Dios!' Queridos hijos, conságrense a la oración con amor particular, así Dios podrá recompensarlos con Sus gracias. Gracias por haber respondido a mi llamado!”






Evidentemente Jesús busca sólo la gloria del Padre y, para glorificar al Padre, ha tomado para sí la humillación más profunda, hasta hacerse «vergüenza de lo humano y asco del pueblo» (Sal 22, 7). Belén, Nazaret, el Calvario son las tres grandes etapas de la vida humilde y escondida de Jesús, el cual vela a las miradas de los hombres su gloria de Hijo de Dios.

Pero en su misma vida pública, que es donde más se manifiesta su divinidad, procura lo más posible esquivar la gloria de los hombres. Muchas veces, después de hecho un milagro, impone silencio: «Mirad que nadie lo sepa» (Mt 9, 30), dice a los dos ciegos a quienes con un solo gesto les ha abierto los ojos. A Pedro, Santiago y Juan, testigos de su transfiguración, les ordena que no cuenten a nadie lo que han visto hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos (Mc 9,9); y luego de la primera multiplicación de los panes, «dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo» (Jn 6, 15).

La gloria de Jesús es ser Hijo de Dios; no quiere otra. Aceptar otra sería mermar esa gloria esencial, y por eso declara: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada; es mi Padre quien me glorifica» (Jn 8, 54). Como el Padre encuentra todas sus complacencias en su Hijo amado, así el Hijo se complace sólo en el Padre y en la gloria que el Padre le da, y aun  ésta la acepta no tanto por sí cuanto porque redunda en honor del mismo Padre. Jesús sabe que después de su muerte resucitará, para ser glorificado y reconocido como Hijo de Dios y Salvador del mundo, pero quiere que su gloria sirva a la glorificación del Padre: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti» (Jn 17, 1).




Oremos con Padre Slavko Bárbaric: 


  "Abre nuestros ojos, abre nuestros corazones y Te pedimos que por favor bendigas a los videntes, a fin de que puedan cumplir con su tarea en este mundo conforme a Tu voluntad. Bendice a esta Parroquia y a todos los Sacerdotes y Hermanas que viven y trabajan aquí. Bendice a todos los peregrinos y a todos los Sacerdotes que vienen con ellos, que a su vez oyen confesiones incansablemente y luego comparten sus testimonios. Bendice a todos los que oran en famili y han formado grupos de oración. Bendice a todos los que, a través de Medjugorje, se han decidido por el sacerdocio o la vida religiosa. Bendice también, oh Padre, a quienes a nivel material han ayudado a los refugiados, los heridos y los huérfanos de guerra. Bendícenos y acompáñanos para que, durante este tiempo, junto con María, podamos glorificarte como nuestro Dios que nos ama. Te damos gracias y con María, Reina de la Paz, Te pedimos que bendigas a todos aquellos que aún están en contra de Medjugorje como un lugar de paz y que de ese modo pronto podamos ser uno en Tu Espíritu que vive y reina en la eternidad. Amén.  (Fray Slavko , Medjugorje, Mayo 29 de 1997)





Nos vemos en el Congreso...





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