Peregrinando al III CONGRESO REINA DE LA PAZ CHILE Día 29
Peregrinando al
III CONGRESO REINA DE LA PAZ
CHILE
Día 29
¡Oh Santo Espíritu! dignaos formarme con María y en María, según el modelo de vuestro amado Jesús. Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo Santificador. Amén
Mensaje, 25 de abril de 1996
“¡Queridos hijos! Hoy los invito de nuevo a poner la oración en primer lugar en sus familias. Hijitos, si Dios está en primer lugar, entonces, en todo lo que hagan, buscarán la voluntad de Dios. Así, su conversión cotidiana será más fácil. Hijitos busquen con humildad aquello que no esté en orden en sus corazones y comprenderán que es lo que deben hacer. La conversión será para ustedes un deber cotidiano que realizarán con gozo. Hijitos, Yo estoy con ustedes y los bendigo a todos y los invito a convertirse en testigos míos a través de la oración y la conversión personal. Gracias por haber respondido a mi llamado!”
El misterio de la salvación ha sido instaurado por la misericordia divina justamente para salvar al hombre pecador. «No he venido a llamar a los justos sino a los pecadores» (Mt 9, 13), declaró Jesús, y para perdonar los pecados instituyó el sacramento de la penitencia: «A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; y a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20, 23).
El sacramento de la penitencia presupone de parte de quien a él se acerca, la penitencia interior, es decir, la conversión, sin la cual el mismo sacramento no tendría eficacia alguna. Jesús comenzó su vida pública predicando esta penitencia: «convertíos y creed en el Evangelio» (Mc 1, 15). El pecado, cualquiera sea su entidad, lleva siempre consigo un rechazo —más o menos grave— del amor de Dios y por lo tanto un alejamiento de El, de su ley y del evangelio; sólo Dios puede perdonarlo, pero el perdón exige un cambio interior que lleve al hombre a dar pie atrás en su camino. «Me levantaré — dice el hijo pródigo que marchándose de casa había rehusado el amor del padre—, iré a mi padre y le diré: "Padre, Pequé contra el cielo y ante ti"» (Lc 15, 18). El cristiano que se acerca al sacramento de la penitencia confesando sus pecados con estas disposiciones, recibe el perdón de ellos; un perdón tan amplio y generoso que le confiere un aumento de gracia, o bien —en caso de que la hubiere, perdido— se la devuelve intacta como en el día de su bautismo.
Oremos con Padre Slavko Barbaric:
"Dios, Padre nuestro, Te damos gracias porque eres nuestro Padre, porque nos llamas a Ti y porque anhelas estar con nosotros. Gracias, porque en la oración, siempre es posible encontrarnos Contigo. Líbranos de todo lo que sofoca en nuestro corazón el anhelo de estar Contigo. Líbranos de nuestro orgullo y egoísmo, de nuestra superficialidad y despierta en nosotros el profundo anhelo de encontrarnos Contigo. Perdónanos, porque muchas veces nos distanciamos de Ti y luego Te culpamos por nuestro sufrimiento y soledad. Te damos gracias porque quieres que, en Tu nombre, oremos por nuestras familias, por la Iglesia y por el mundo entero. Por favor, danos la gracia de abrirnos al llamado de la oración. Bendice a todos los que oran y que, en la oración, puedan encontrarse Contigo y a través de Ti, encuentren el sentido de la vida. Concede también a todos los que oran el gozo que sólo puede venir de la oración. Te rogamos también por todos los que han cerrado sus corazones a Ti, que se han distanciado de Ti porque en estos momentos les va bien. Pero también Te pedimos por todos aquellos que, a causa de su sufrimiento, Te han cerrado sus corazones. Abre nuestros corazones con Tu amor, a fin de que por medio de Tu Hijo Jesucristo seamos testigos de Tu amor en este mundo. Amén." (Fray Slavko , Medjugorje, Julio 28 de 1997)
Nos vemos en el Congreso...





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