Peregrinando al III CONGRESO REINA DE LA PAZ CHILE Día 30
Peregrinando al
III CONGRESO REINA DE LA PAZ
CHILE
Día 30
¡Oh Santo Espíritu! dignaos formarme con María y en María, según el modelo de vuestro amado Jesús. Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo Santificador. Amén
Mensaje, 23 de enero de 1986
“¡Queridos hijos! Los invito una vez más a la oración con el corazón. Queridos hijos, si oran con el corazón se derretirá el hielo en sus hermanos y desaparecerá toda barrera. La conversión será fácil para todos aquellos que deseen acogerla. Este es un don que ustedes deben implorar para sus hermanos. Gracias por haber respondido a mi llamado!”
Es siempre necesario alejarse diligentemente de la inclinación del orgullo que con frecuencia lleva al hombre a buscar algo de satisfacción, alabanza o gloria personal en las acciones más espirituales y santas. Si alguno mira, aunque sea en cosas pequeñas, a glorificarse a sí mismo, su gloria es nada: lo levantará delante de los hombres, pero lo abaja delante de Dios, lo disminuye y hasta puede poner en peligro su gloria de hijo de Dios.
La complacencia en la gloria humana y su búsqueda estorban y enceguecen en el camino del espíritu. A los fariseos soberbios y jactanciosos les decía Jesús: «¿Cómo podéis creer vosotros que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene de solo Dios?» (Jn 5, 44). Con más frecuencia de lo que se cree algunas crisis de fe tienen su raíz en el orgullo.
Sólo una profunda humildad unida a una gran rectitud de intención permite al hombre descubrir las insidias y enredos de la soberbia, dar de lado resueltamente a las pretensiones del yo, hacer callar las voces internas de la jactancia y vana complacencia de sí y obrar sin preocuparse de la aprobación ajena, sino buscando únicamente la gloria de Dios. Volviendo la mirada a la actitud interior de Jesús, invita S. Juan de la Cruz a renunciar a cualquier cosa que «no sea puramente para honra y gloria de Dios... por amor de Jesucristo, el cual en esta vida no tuvo otro gusto ni le quiso que hacer la voluntad de su Padre» (S I, 13, 4).
Oh poder del Padre eterno, ayúdame; sabiduría del Hijo, ilumina los ojos de mi entendimiento; dulce clemencia del Espíritu Santo, inflámame y une mi corazón en ti... Confieso, dulce y eterna bondad de Dios, que la clemencia del Espíritu Santo y tu ardiente caridad quiere unir e inflamar mi corazón en ti, y los corazones de todas las criaturas racionales... Tú ardes con el fuego de tu Espíritu, y consumes y arrancas de raíz todo amor y afecto carnal de los corazones de las plantas tiernas que te has dignado trasplantar en el Cuerpo místico de la santa Iglesia. Dígnate, oh Dios, trasladar nuestros afectos mundanos al jardín de tu amor, y darnos un corazón nuevo con conocimiento verdadero de tu voluntad, para que, desasidos del mundo, de nosotros mismos y del amor propio, y llenos del verdadero fervor de tu amor..., te sigamos sólo por ti, con total pureza y ferviente caridad. (STA. CATALINA DE SENA, Plegarias y Elevaciones).
Oremos con Padre Slavko Bárbaric:
"Abre nuestros ojos, abre nuestros corazones y Te pedimos que por favor bendigas a los videntes, a fin de que puedan cumplir con su tarea en este mundo conforme a Tu voluntad. Bendice a esta Parroquia y a todos los Sacerdotes y Hermanas que viven y trabajan aquí. Bendice a todos los peregrinos y a todos los Sacerdotes que vienen con ellos, que a su vez oyen confesiones incansablemente y luego comparten sus testimonios. Bendice a todos los que oran en familia y han formado grupos de oración. Bendice a todos los que, a través de Medjugorje, se han decidido por el sacerdocio o la vida religiosa. Bendice también, oh Padre, a quienes a nivel material han ayudado a los refugiados, los heridos y los huérfanos de guerra. Bendícenos y acompáñanos para que, durante este tiempo, junto con María, podamos glorificarte como nuestro Dios que nos ama. Te damos gracias y con María, Reina de la Paz, Te pedimos que bendigas a todos aquellos que aún están en contra de Medjugorje como un lugar de paz y que de ese modo pronto podamos ser uno en Tu Espíritu que vive y reina en la eternidad. Amén. (Fray Slavko , Medjugorje, Mayo 29 de 1997)
Nos vemos en el Congreso...
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